Resiliencia
"No es la especie más fuerte ni la más inteligente la que sobrevive, sino la que se adapta mejor al cambio."
Charles Robert DARWIN
Biólogo británico
Biólogo británico
Si aplicamos este concepto biológico dentro de las organizaciones –no olvidemos que etimológicamente la palabra organización está ligada al concepto de organum y establece una analogía con los órganos del cuerpo- nos percataremos de que las compañías resilientes son las que tienen mayores probabilidades de éxito en un entorno cambiante.
El concepto de resiliencia, hoy ampliamente difundido dentro de las prácticas organizacionales, nos remite a una noción de la física empleada para describir la capacidad de un metal para regresar a su estado original después de ser doblado al máximo, pero sin llegar a quebrarse. En la década del 70, se introduce por primera vez en el terreno de la ecología como una forma de comprender los procesos a través de los cuales los ecosistemas se automantienen y persisten frente a las perturbaciones y los cambios. Y a partir de allí se extiende a otras áreas de las ciencias sociales como metáfora para explicar los impactos que las transformaciones tienen en el devenir de los sistemas humanos.
Dentro de una compañía, la resiliencia no debería ser sólo una estrategia. La capacidad para adaptarse a los cambios debe ser una condición intrínseca presente en la cultura y los valores de la organización. La resiliencia no es algo que se hace, sino algo que debe estar. Por lo tanto, no tenemos que perder de vista aquellos elementos que hacen que una organización sea verdaderamente resiliente: una dirección preparada y con liderazgo, una fuerza laboral motivada y proactiva, una cultura y valores que apuntalen los cambios, y un entorno físico flexible (el equipamiento, el apoyo tecnológico) que facilite y sirva de adecuado soporte.
Fuente: Víctor Feingold. Editorial del número 43 de la revista Facility Magazine.
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